Las Retretas en Cali - Historia de Cali / Urbanidad Nativa

LAS RETRETAS: LA UNICA SANA DIVERSIÓN EN CALI
Autor: redacción
En: Despertar Vallecaucano
N° 63 Mayo - Junio de 1982
(texto transcrito)





Fueron las retretas dominicales de las siete de la noche en el Parque de Caycedo, el espectaculo más esperado semanalmente por las niñas de Cali de principios de siglo hasta 1930 y por lo galanes viejos y jóvenes de la ciudad. Careciendo la pequeña villa de grandes espectáculos, desenvolviendo sus actividades en medio del sosiego y la intrascendencia, sobre el concierto dominical se volcaban todas las contenidas  emociones de la semana, y los anhelos románticos acariciados durante siete días interminables. Cada dama caleña hacia prolijos preparativos para presentarse dignamente ante sus amigos y admiradores en este único "rendez vous" ciudadano y en las laboriosas máquinas "Singer" de pedal se cosían  verdaderas obras de arte y de alta costura, que irían a exhibirse  con legítimo orgullo en el parque. La ropa estilo marinero con su peto y largas hombreras listadas estaban en boga, así como los vestidos vaporosos de tul, de gasa y olán. Los sombreros, de acuerdo a la moda parisiense, eran muy ceñidos a la cara, adornados con cintas y grandes lazos de terciopelo, con ramitos artificiales  de muérdago, frutillas rojas y  brillantes y plumas de color. Entre los hombres  era  indefectible el sombrero "canotier" de paja muy fina,traídos de Francia por el almacén  de "Santander Hermanos", uno de los mejores surtidos de la Calle del Comercio, osea la carrera 5a. entre calles  10 y 11.

Ese era el Cali que ustedes, lectores, no conocieron por allá en 1915... El parque de Caycedo, muy bien iluminado con grandes postes metálicos terminados en una bola de cristal, tenia cuatro entradas y 30 bancas de madera.

La noche  de la retreta se colocaba en la puerta un empleado para cobrar el valor de la entrada del recinto, que era de diez centavos, algo así como diez pesos ahora. Un viejo alto y buen mozo, don Joaquín López, vigilaba incesantemente a los porteros y ponía orden en las entradas. La banda era la militar del Batallón Pichincha  número 8, que dirigía don Alberto Rodríguez, quien hacia grandes esfuerzos para manejar la batuta y tocar al mismo tiempo el clarinete. Esta ha sido la única banda del mundo en que su director era al mismo tiempo músico actuante. Después la banda, con sus 19 músicos pasó a ser dirigida por el maestro Rafael  Machado y desapareció en 1930 para ser reemplazada por la Banda  Departamental.

La noche del  domingo era pues de especial trascendencia en Cali y como la retreta comenzaba a las siete de la noche, las comidas se adelantaban a las seis de  la  tarde  afín de que las niñas y los jóvenes sardinos de su tiempo, tuvieran tiempo para acicalarse antes de salir a la calle. En la comida de los domingos se servía en todas las casas caleñas helados de vainilla batidos en garrapiñera, sistema que consistía en darle vueltas a un cilindro metálico donde estaba la crema, el cual estaba rodeado de pequeños pedazos de hielo embutido dentro de un recipiente más grande de madera. El cilindro metálico rotaba por medio de una manigueta que las criadas o los niños de la casas se encargaban de accionar desesperadamente por cerca de dos horas, tiempo que duraba la confección de los helados.

Muy  a las siete p.m. todos los señores y cachacos  caleños, y las niñas y damas de la alta sociedad entraban al parque pagando el respectivo tiquete de diez centavos. Allí se habían concertado citas previas mediante cartas y "mandados" que hacían los criados de confianza, pues el teléfono todavía no había hecho su aparición, y tambien ocurria algún encuentro inesperado. La banda actuaba desde lo alto de un bello Kiosko de concreto, en cuyas gradas se apiñaban los chicuelos de entonces, deseosos de no perderse un solo detalle de la ejecución musical. Aunque había muchas bancas, los hombres casi siempre mantenían de pie, en beneficio de las damas, a menos de que se tratara  de grupos familiares. Otros preferían dar vueltas por las callejuelas o sendas del parque con el ojo avizor, en busca de un anhelado idilio y nadie pisoteaba la grama o arrojaba papeles o desperdicios al suelo.

Como la entrada valía diez centavos, que en aquel tiempo era un dineral, las criadas y muchachas del servicio  no podían ingresar al parque, que estaba rodeado de una alta y ornamental verja  traída de Alemania por don Marceliano Calero y que es la misma que hoy existe en el Cementerio Central. El  dinero recogido lo utilizaba la Sociedad de Mejoras Públicas en la conservación del jardín y gracias a estas modestas sumas y a donaciones de particulares, pudo levantarse la estatua del proto-mártir Joaquín de Cayzedo y Cuero, uno de los hijos mas destacados de Cali. El pedestal de la estatua, fabricado en concreto es típicamente renacentista y fue construido por la Sociedad de Ornato en perfecta armonía con con los diseños y dimensiones del fabricante de la estatua, que lo fue el escultor francés Charles
Verlet. El bronce se inauguró hacia 1916 y estaba rodeado por tupida y bella vegetación de árboles ornamentales y frutales sembrados por los vecinos de la Plaza, hasta entonces llamada de La Constitución y de allí en adelante de Cayzedo y Cuero.

Había en gran profusión carboneras y acacias de varios colores mangos, naranjos y totojandros, un árbol que desapareció de nuestra flora y que daba un fruto de mal olor pero de exquisito sabor. Había también un níspero que ofrecía copiosas cosechas, pero nadie se atrevía a tumbar sus frutos; que cuando  caían maduros eran recogidos por el cuidandero del parque, el popular "Joaquín Patas", así llamado por lo descomunal de sus extremidades inferiores. Durante la semana "Joaquín Patas" cuidaba esmeradamente de prados y jardines y solo abría las cuatro puertas del  parque a las cinco de la tarde, hora en que los señores llegaban de su trabajo a realizar sus habituales corrillos, pero los domingos permanecía abierto todo el día. Antes de erigirse la estatua existía en el centro del parque una bella pila, llamada "pila de salto", pues tenía en el centro erguido surtidor de agua, traída por gravedad y por tubería especial desde el arcaico acueducto de San Antonio. Durante las retretas las damas se sentaban solas en las bancas y cuando paseaban por las avenidas lo hacían en sentido opuesto al de los caballeros, a fin de poder encontrarse y de paso saludarse, lanzarse lánguidas miradas de amor y escuchar algún piropo de sus galanes.

Los señoritos de entonces eran tan enamorados como los iguazos de ahora y por el parque desfilaban sin perder retreta Gustavo Lotero, Faustino Fajardo, Benito, Chepe y Pablo López, Miguel Calero Jované, Pablo y Raul Scarpetta, Julio Delgado Silva, Gustavo y Hernando Franco, Ernesto Zadwasky, Oscar Colmenares, Primitivo Iglesias, Jorge Vásquez Valencia, el negro Antonio José Camacho y el doctor Eleázar Flórez Vergara, siempre vestido de blanco y que era una "pinta" color ébano, Alfredo, Mario y Alvaro Lloreda Caicedo,  el tuerto  Paz Borrero, Victor Vicente y Carlos Alberto Olano, Guillermo, Pedro y Julián Borrero Olano, Carlos y Hernando Rebolledo, jorge y uis  María Rivera, uan Santander, Ramiro y Hernando Guerrero, Guillermo González Holguín, Dídimo Reyes, Alfonso Martínez Velasco, Arturo de Lemos, el chato Manuel María Buenaventura, Juan Pablo y Pipo Lalinde, Gustavo y Mario Zamorano, Eleázar Rodríguez, Alberto Rodríguez, Luis Sinisterra, Paco, Pedro y Eduardo Caicedo, Julio Caicedo Isaacs, Camilo y joaquín Caicedo Méndez, Peto y Pití Piedrahita, Carlos Escobar Pineda, Alfredo Restrepo Lloreda, Pablito Marulanda y desde luego y siempre montando en esos carruajes llamados "victorias", don Marco A. Alvarez, alias "Petronio", don  Juancho Gutiérrez, alias "Quilón Quilónides" y don Manuel Peláez, alias "vinicio" caballeros muy distinguidos y adinerados que gustaban invitar a las señoritas amigas a un corto paseo en el carruaje alquilado que usaban todos los días. Afuera las muchachas del servicio, algunas de ellas mulatas muy bellas, eran también objeto de los piropos de nuestros incipientes Casanovas y  cuando algún enamorado fracasaba en el interior del parque, no era raro que se saliera y mezclara con las niñas del servicio  para ver de organizar alguna aventurilla.

La retreta duraba casi dos horas, pues  las gentes pedían repetición de piezas, especialmente pasillos, y el buen maestro Rodríguez las complacía. A las 9 de la noche, todo el mundo estaba de nuevo en casa, comentando los incidentes ocurridos, las nuevas relaciones, la "facha" de fulana  o sutana, la llegada de los nuevos automóviles que  ya comenzaban a hacer su aparición. Eran comentarios sanos, no chismes de aldea, porque Cali tenía una sociedad selectísima y sus damas y caballeros eran dechados de buen humor y de buenas maneras.




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