El mundo moderno occidental en muchos aspectos puede ser concebido como una continuación de la síntesis del mundo de la Grecia antigua y la Roma clásica. En lo concerniente al campo de la educación, sin duda alguna, las civilizaciones occidentales deben a la educación clásica las bases de su pensamiento pedagógico.
Para los griegos, el objetivo central de la educación era el de crear al ciudadano modelo y al hombre libre. En este sentido, las imágenes de Prometeo o Edipo, por mencionar a algunos protagonistas trágicos, responden a determinadas estructuras imaginarias, en la manera que llevan consigo un mensaje de enseñanza en su contenido. Los autores de las tragedias partiendo de la contemplación de la realidad humana de su tiempo, plantean la representación del mal en el mundo a través de mitos, que a su vez están atravesados por la imagen. Así, la condición mítica deriva de un conjunto de imágenes formadas en colectivo, reflejando diversos caracteres humanos.
Pues bien, dichos procesos de configuración imaginaria se relacionan con el cuerpo, debido a que es la fuente de todo individuo para realizar sus técnicas, de por sí el hombre es un ser técnico, un ser inmunológico, ya que creó su propio mecanismo de protección, uniéndolo con el sistema biológico, un método de prácticas simbólicas o psico-inmunológicas.
Por consiguiente, el hombre es un invento de él mismo, es el producto de su propia técnica -no es la herramienta, sino como se utiliza-. El ser humano se reconoce a sí mismo como un desamparado en un mundo incoherente, introduce referentes de significado expresados a través del arte o la filosofía. De esta manera, el mito hace parte de ese lenguaje simbólico, que busca dar una explicación, permitiendo sobrellevar la vulnerabilidad, la fragilidad, la muerte, con antelaciones imaginarias y defensas mentales: el paraíso, el alma, dioses, el bien y el mal, etc. En ese modo, la tragedia encierra alternativas que resuelven incertidumbres, desde una perspectiva pedagógica, vinculada con la religiosidad, lo político y lo cívico. La rebeldía trágica se muestra como una posición filosófica coherente que permite vivir sin traicionar la lógica de un mundo complejo e incomprensible.
El espectáculo trágico antiguo se puede vincular con la configuración de una vida política del mundo griego, al ser un medio para esparcir ideas políticas, religiosas o para difundir propaganda a grandes masas. A través de él, se representaban escenas que reflejaban de manera semejante el mundo en el que se vivía, enlazaba los acontecimientos, los personajes y orientaba a los espectadores sobre el sentido de lo que estaban viendo. Apoyados en una crítica teatral, se buscaba controlar lo que se debía hacer o dejar de hacer y las consecuencias fatalistas que podía ocasionar una acción que en su imaginario era concebida como mala.
En la tragedia, además del conflicto, debe existir un héroe rebelde dispuesto a superarlo, y superarse, a dignificarse mediante sus pasiones. Cuando cada espectador vincula lo que ve en el espectáculo a su propia experiencia y lo llena con su emotividad, es justamente ahí, donde lo trágico aparece, puesto que el carácter pasional es el carácter trágico mismo, inscrito en la superficie, es decir, en el cuerpo.
Por tal motivo, no cambia, lo que cambia y se transforma es la técnica. En efecto, los imaginarios se mantiene a través del tiempo, logrando que nos identifiquemos con otras culturas, con la historia y los personajes. A partir de ahí, lo trágico emerge, como una inscripción en el cuerpo.
source http://blogs.eltiempo.com/historiarte/2020/06/17/lo-tragico-como-una-inscripcion-en-el-cuerpo/
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