Historia del Capitolio Nacional: La Casa del Congreso de la República


Texto trascrito de:

Revista Despertar Vallecaucano. N° 71, Diciembre de 1983

La Apasionante Historia del Capitolio Nacional
Autor: Guillermo Hernandez del Alba



Un incendio ocurrido en 1786 redujo a cenizas el palacio virreinal que ocupaba la esquina suroeste de la Plaza Mayor de Bogotá, edificio al que seguían hacia el occidente la real audiencia y la cárcel de corte. No alcanzaron los últimos virreyes a ordenar la construcción del nuevo palacio, privando así a la capital de la mayor obra de arquitectura civil que hubiera tenido, dada la pericia de los arquitectos españoles de la época.


Sesenta años después aún la plaza estaba delimitada en el costado sur por un inmenso solar y una ruinosa construcción. Fue entonces cuando el presidente general Tomas C. de Mosquera, concibió la idea de dotar a la república de un edificio nacional que alojase con el decoro al Primer Magistrado, el cuerpo legislativo, a la Corte Suprema de Justicia y los despachos ministeriales. En efecto, contrató los servicios del arquitecto inglés Tomás Reed, y el 20 de julio de 1847 se colocó la primera piedra.

Cuando el genial arquitecto,  buen conocedor de la índole de nuestro pueblo, se propuso para el magno edificio, expresión republicana perfecta, se vio reflejado en la excelente fachada principal, en los amplios atriums que lo rodean, en el pórtico de grandeza jónica, símbolo de un pueblo sobrio y viril, del cual nacieron los libertadores de medio continente. "La sobriedad, la serenidad republicana, la entereza de carácter de que tanto ha menester un pueblo reducido y modesto para luchar con los poderosos, estas cualidades determinarán el estilo de la obra, y por fortuna de alían estrechamente con la dignidad y majestad que debe respirar el primer templo civil de la república". Con tales admirables reflexiones trazó su plano el señor Reed, que al ver erguirse en el costado oriental de la plaza la clara, vasta y placentera catedral, trazada por el lego capuchino Petrés, edifico para armonizar con ella su estupendo pórtico hospitalario y republicano formado por seis triples filas de grandiosas columnas jónicas estriadas, que descansan, precaución contra los destructores,  sobre plintos cuadrados.


Toda la estructura esta construida en esplendida piedra de cantería, rico elemento que el arquitecto supo gastar y que según su ingeniosa opinión "cuando nueva sabe a almendras al paladar de los ojos, y a medida que envejece va convirtiéndose en oro", como ya puede apreciarse en el esplendido edificio.

Una serie de vicisitudes, envuelta nuestra patria en numerosas contiendas civiles que caracterizaron el pasado siglo en Hispano-América, impidieron al arquitecto Reed la conclusión de su edificio, clásico entre los demás capitolios americanos. En el año de 1871 se reanudaron los trabajos bajo la dirección de maestros inexpertos, hasta que fue contratado en Italia el florentino Pietro Cantini, notable profesor que dejó tambien vinculado su nombre en la obra exquisita del teatro de Colón. Oportunas innovaciones introdujo Cantini al proyecto Reed y a pesar de nuevas interrupciones, durante la administración del general Rafael Reyes (1905 - 1909), Cantini impulso grandemente la obra que continuo luego bajo la dirección de los arquitectos Mariano Santamaría y Gastón Lelarge. La fachada sur, que es justamente celebrada, fue inaugurada en 1925, bajo el gobierno del General e ingeniero Pedro Nel Ospina.

El bloque central del edificio lo ocupa el salón elíptico que se usa para la reuniones plenas del Congreso para dar posesión a los presidentes de la República.

En las dos alas en que termina el edificio, por el sur se encuentran los sobrios salones donde se reúnen, en el occidente la Cámara de Representantes y en el oriental el Senado de la República. El patio principal está adornado por una hermosa estatura, modelada en Munich en 1881 por Fernando Von Muller, del general Mosquera, el mandatario a quien se debe la iniciación del Capitolio. En el del sur se erigió el bronce del doctor Rafael Nuñez, personalidad ilustre de Colombia en el siglo pasado y uno de los grandes reformadores políticos de Hispano-América. Esta efigie admirable fue modelada por el insigne artista colombiano Francisco A. Cano.


Este ambiente de sobriedad republicana y equilibrada grandeza fue escogido para que en sus salones tuviesen lugar las deliberaciones de la IX Conferencia Internacional Americana. La centenaria fabrica fue sometida a trascendentales reformas en su distribución interior, realizadas en forma digna de alabanza bajó la dirección de la Comisión Organizadora de la Conferencia presidida por el doctor Laureano Gómez. El salón elíptico fue decorado con un mural de grandes proporciones, que evoca las grandes proporciones, que evoca las grandes figuras de la historia de Colombia, especialmente Bolivar y Santander. Esta obra se debe al maestro bogotano Santiago Martínez Delgado. La magnifica restauración realizada coincide con el primer centenario de la fundación del Capitolio, el edificio nacional que representa la tradición democrática y civilista de Colombia.




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