Donde muchos caleños vieron por primera vez: El Teatro Imperia
autor: Feliz Orejuela
Transcripción de: Revista Despertar Vallecaucano, N° 70, año. 1983
Nuestros padres y abuelos no conocieron más teatros en Cali, a finales del siglo pasado y principios del presente, que el renombrado Teatro Borrero, ubicado en una antigua construcción que ocupaba un extenso lote de la carrera 4a. entre calles 9a. y 10a., exactamente donde pagábamos y reclamábamos los recibos de luz y agua de las Empresas Municipales.
Alli se presentaron innumerables veladas benéficas y una que otra compañía de cómicos de la legua, cantantes baratos y hasta prestidigitadores de menor cuantía que visitaban la ciudad y hacían las delicias de los 15.000 habitantes de aquella época. En este local se celebró la famosa velada de cuadros vivos a cargo de las damas más encopetadas de Cali, con la cual se conmemoró el primer centenario de la Independencia Nacional, el 20 de julio de 1910.
Por los años 20 llegó a Cali un caballero europeo, don Emmanuel Pinedo, que era un hábil empresario teatral. Comenzó por colocarle una carpa al gran patio de la Casa Municipal situada en la Plaza de Cayzedo, exactamente donde esta hoy el Palacio Nacional, y allí presento algunas compañía españolas, la caleña de Marina Ugheti y algunos espectáculos circenses. Pero un gran vendaval dio al traste con la carpa y el indomable Emmanuel resolvió construir ahora sí un edificio especialmente acondicionado para teatro y remplazar el destruido, cuyo nombre era "Salón Olimpia", que llamó "Salón Moderno" y ocupaba el mismo sitio donde años después, otro ciudadano extranjero, don Hermann S. Bohmer, edificara el actual teatro Jorge Isaacs. Tres años duró la buena fortuna del Salón Moderno, pues en 1923 fue casi destruido por el pueblo de Cali, indignado por que no lo dejaban participar en la coronación en la reina del Carnaval de aquel año, la señorita Leticia Lalinde. El teatro fue asaltado por algunos violentos y las damas y caballeros, que allí estaban debieron refugiarse en el Club Colombia, que entonces funcionaba en la Plaza Cayzedo, donde hoy existe el edificio del Banco de la República. El populacho ebrio rompió las bancas de la luneta, descuartizó los adornos colocados en el escenario para la coronación de la reina, y lanzó por uno de los ventanales del segundo piso el finísimo piano alemán que el señor Pinedo había logrado traer para amenizar, acompañado de orquesta, los espectáculos cinematográficos. Años más tarde, en 1927, el trágico sino que perseguía al Salón Moderno nuevamente volvió a presentarse, cuando el edificio fue destruido por un gran incendio, en momentos en que se pasaba una película, "La Edad Peligrosa"; conflagración que se inició en la casilla de proyección y volvió cenizas de la sala en pocos minutos.
El más inolvidable teatro que hizo la felicidad de la ciudadanía caleña hacia 1925 fue el "Imperia", que muchos no recuerdan y en el cual se presentaron las mejore películas mudas que llegaron a la ciudad. Sus matinés para niños a las tres de la tarde lo hicieron celebré y muy querido entre la chiquillería de aquella época, pues allí conocieron personajes tan reputados como la pandilla cómica de Hal Roach en la cual actuaba la negrita "Farina", las aventuras increíbles del loco norteamericano Harold Lloyd una de cuyas cintas, "El Marinero de Agua Dulce", hizo época; las primeras cintas del extraordinario Charles Chaplin, especialmente "En Pos del Oro", las diabluras de Buster Keaton, el artista que nunca sonreía, y las primeras actuaciones de la familia Barrymore, Marie Dressler, Colores Costello, Ramón Novarro, Mabel Normand, Charlie Chase, los hermanos Marx y desde luego los fantásticos Gordo y Flaco, Oliver Hardy y Stand Laurel, cuyas travesuras acaban de ser retiradas por la Metro Goldin Mayer y presentadas en el Teatro Calima.
El teatro "Imperia" era un edificio de ladrillo de dos plantas con grandes aleros situado en la carrera 4a., calles 14 y 15, en la casa que posteriormente ocupó el Instituto Bolivariano de don Zabulón Torres. No era lujoso, pero sí cómodo, con butacas individuales de madera y palcos en la parte alta que daban sobre anchos ventanales que miraban a la carrera 4a. En el interior había un gran patio con un mango gigantesco y allí estaban situados los servicios sanitarios. Una gran cortina roja cubría la pared final del escenario, la cual era desplegada para presentar la pantalla antes del espectáculo. Había una orquesta de seis músicos que tocaban marchas antes de cada función y algunos valses tristes cuando a película era demasiado romántica.
Duro funcionando hasta 1930 cuando la competencia de otras salas de mayor categoría obligó a sus propietarios a cerrarlo. La casa fue después refaccionada para hotel y posteriormente ocupada en su totalidad por el Instituto Bolivariano. Hace unos cinco años adquirida y derribada por el industrial del transporte don Mario Paz, quien construyó ahí un edificio de tres plantas para sus negocios y en el cual funcionan varios comercios y librerías.
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