Cómo se divertía un caleño del ayer
Autor: A. A. N.
Tomado de: Despertar Vallecaucano. N° 136 Marzo-Abril de 1997
(Transcripción)
En el Cali de mi juventud la gente mayor tenía como base fundamental de sus diversiones el consumo de licor. Había varios lugares donde en semana y con mayores veras los fines de semana, se reunían casi siempre los mismos núcleos de amigos bebedores, Montes fue una cantina que estaba situada en la Carrera 9a con Calle 9a Esquina. Otro de los <<metederos>> fue conocido como la Cueva de Gus, también tuvo importancia el bebedero consuetudinario de los Palacios, e igual fama el sitio de la Carrera 2a denominado La Sacristía. Aparte de estos, que por lo regular eran tomaderos de aguardiente y el famoso Hormiguerito, donde se vendía trago de contrabando en cantidades y el <<resacado>> de color verde, igual que el <<chirrincho>>, otro trago elaborado en casa. Había reuniones de <<zanahorios>>, como se les conocía, y eran abstemios que se divertían <<comiendo pueblo>> y criticando lo que se propusiera en las bancas de los parques. En el de Cayzedo eran infalibles los corrillos de los caleños entre los que había hacendados, periodistas, comerciantes e industriales.
Algunos almacenes centrales servían asimismo de tertuliaderos y hasta farmacias que eran también fuentes de soda. De éstas, la más importante fue siempre la Droguería Garcés, de la Carrera 5a con Calle 13. Pero todos estos lugares eran limitados, al fin y al cabo.
El grueso público era asiduo de la cantidad de cafés que existieron por todas partes. En una sola cuadra se encontraban varios y todos con clientela. En la Calle 12 se ubicaba El Globo, en una casona de dos plantas y famosos por sus torneos de billar. Diagonal estaba el Polo Norte, también con billares, al frente la Pastelería y Restaurante La Palma y por la tercera La Sacristía, y otros. Por las barriadas los cafés estaban por pilas, y no solamente donde se jugaba billar sino que los había de otros juegos de suerte y azar. Por las galerías existieron tantos cafés que sería largo enumerarlos. Fueron famosos El Imperial, y el San Marino, el Café Cali, con Las Vegas, a los que les quitaron las puertas para dar servicio las 24 horas. Por los lados del estadio también se montaron ese tipo de negocios. Y en San Nicólas, el Obrero, hasta la portada al mar establecieron este tipo de diversiones. en esos establecimientos nos cogió la madrugada al calor de una cerveza y del juego de billar, más de una vez. Sobre este pegajoso juego había en Cali señores que tenían sus tacos propios y asegurados con candados. Uno admiraba lo fino de esos especializados. Las bolas para los jugadores profesionales eran reservadas y las mesas especiales que no alquilaban al público. siempre jugaban según el tipo de especialidades. Con unos aditamentos era para sumar cantidades, otros sólo jugaban tres bandas, y personajes como Mario Criales, un costeño de fama internacional; otro, Mario, famoso también, dejaba con la boca abierta quienes se acercaban a su mesa.
La otra diversión gratuita era durante el día y con sol. Como la ciudad lleva el río atravesado, el baño era ritual y por cualquier motivo. Siempre estaba cerca el baño, hasta del barrio Obrero, que era lejano. La muchachada se acercaba a los charcos y allí jugando la lleva se pasaban la tarde sin cinco. La otra diversión masiva era el asistir a cine, pues también montaron teatros populares por todas partes. No era necesario venir al centro. Presentaban muy buenas cintas en cualquier teatro de Cali. Al principio los del centro eran más caros; luego pasaban a los de barrio y rebajaba el precio. En la Carrera 4a con Calles 10 y 11 dedicaron un sótano como teatro donde presentaban cine las 24 horas del día. Cuatro películas diferentes estaban en rotación y era el <<paraíso>> de vagos y desocupados que permanentemente lo ocupaban. En frente a la antigua estación del ferrocarril había otro teatro popular, el Roma, éste desaperecio en pedazos el día de la explosión, pues era el vecino inmediato del fatídico lugar. Por la Avenida Uribe también hubo otro que que se llamaba el Avenida y en la Calle 10 con 3a. quedaba el coloso enorme del Teatro Colombia donde acudimos los caleños como avispas a la miel, después, el teatro Colón y el gigantesco Aristi, con el Cervantes, completaron la lista de los lugares de diversión en el Cali de los años 60.
En el Cali de mi juventud la gente mayor tenía como base fundamental de sus diversiones el consumo de licor. Había varios lugares donde en semana y con mayores veras los fines de semana, se reunían casi siempre los mismos núcleos de amigos bebedores, Montes fue una cantina que estaba situada en la Carrera 9a con Calle 9a Esquina. Otro de los <<metederos>> fue conocido como la Cueva de Gus, también tuvo importancia el bebedero consuetudinario de los Palacios, e igual fama el sitio de la Carrera 2a denominado La Sacristía. Aparte de estos, que por lo regular eran tomaderos de aguardiente y el famoso Hormiguerito, donde se vendía trago de contrabando en cantidades y el <<resacado>> de color verde, igual que el <<chirrincho>>, otro trago elaborado en casa. Había reuniones de <<zanahorios>>, como se les conocía, y eran abstemios que se divertían <<comiendo pueblo>> y criticando lo que se propusiera en las bancas de los parques. En el de Cayzedo eran infalibles los corrillos de los caleños entre los que había hacendados, periodistas, comerciantes e industriales.
Algunos almacenes centrales servían asimismo de tertuliaderos y hasta farmacias que eran también fuentes de soda. De éstas, la más importante fue siempre la Droguería Garcés, de la Carrera 5a con Calle 13. Pero todos estos lugares eran limitados, al fin y al cabo.
El grueso público era asiduo de la cantidad de cafés que existieron por todas partes. En una sola cuadra se encontraban varios y todos con clientela. En la Calle 12 se ubicaba El Globo, en una casona de dos plantas y famosos por sus torneos de billar. Diagonal estaba el Polo Norte, también con billares, al frente la Pastelería y Restaurante La Palma y por la tercera La Sacristía, y otros. Por las barriadas los cafés estaban por pilas, y no solamente donde se jugaba billar sino que los había de otros juegos de suerte y azar. Por las galerías existieron tantos cafés que sería largo enumerarlos. Fueron famosos El Imperial, y el San Marino, el Café Cali, con Las Vegas, a los que les quitaron las puertas para dar servicio las 24 horas. Por los lados del estadio también se montaron ese tipo de negocios. Y en San Nicólas, el Obrero, hasta la portada al mar establecieron este tipo de diversiones. en esos establecimientos nos cogió la madrugada al calor de una cerveza y del juego de billar, más de una vez. Sobre este pegajoso juego había en Cali señores que tenían sus tacos propios y asegurados con candados. Uno admiraba lo fino de esos especializados. Las bolas para los jugadores profesionales eran reservadas y las mesas especiales que no alquilaban al público. siempre jugaban según el tipo de especialidades. Con unos aditamentos era para sumar cantidades, otros sólo jugaban tres bandas, y personajes como Mario Criales, un costeño de fama internacional; otro, Mario, famoso también, dejaba con la boca abierta quienes se acercaban a su mesa.
La otra diversión gratuita era durante el día y con sol. Como la ciudad lleva el río atravesado, el baño era ritual y por cualquier motivo. Siempre estaba cerca el baño, hasta del barrio Obrero, que era lejano. La muchachada se acercaba a los charcos y allí jugando la lleva se pasaban la tarde sin cinco. La otra diversión masiva era el asistir a cine, pues también montaron teatros populares por todas partes. No era necesario venir al centro. Presentaban muy buenas cintas en cualquier teatro de Cali. Al principio los del centro eran más caros; luego pasaban a los de barrio y rebajaba el precio. En la Carrera 4a con Calles 10 y 11 dedicaron un sótano como teatro donde presentaban cine las 24 horas del día. Cuatro películas diferentes estaban en rotación y era el <<paraíso>> de vagos y desocupados que permanentemente lo ocupaban. En frente a la antigua estación del ferrocarril había otro teatro popular, el Roma, éste desaperecio en pedazos el día de la explosión, pues era el vecino inmediato del fatídico lugar. Por la Avenida Uribe también hubo otro que que se llamaba el Avenida y en la Calle 10 con 3a. quedaba el coloso enorme del Teatro Colombia donde acudimos los caleños como avispas a la miel, después, el teatro Colón y el gigantesco Aristi, con el Cervantes, completaron la lista de los lugares de diversión en el Cali de los años 60.
tomada de radiomacondo.fm |
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